28. Open pussy.
(Título en homenaje a Charles Bukowsky. Open pussy es el
nombre de un periódico underground que aparece en el relato:
<<Nacimiento, vida y muerte de un periódico underground>> del primer
libro de Bukowsky que se publicó en España titulado: << Erecciones,
eyaculaciones, exhibiciones>>
Soy el único pasajero que baja del autobús. Soy el
único pasajero que ha completado el trayecto hasta aquí. Ya nadie viene hasta
este barrio. Ya nada hay aquí que resulte atractivo, si es que alguna vez lo
hubo. Una vez cierra las puertas, el vehículo se aleja rápidamente como huyendo
de un apestado.
Arrastro mi maleta, adentrándome en el barrio; un
ulcerado cúmulo de calles agrietadas y fachadas desconchadas con las esquinas
ennegrecidas por los orines, por entre las que camino acompañado del cadencioso
traqueteo de las ruedas del troley.
Son los restos de un distrito periférico, antaño próspero gracias
a las numerosas fábricas del polígono industrial colindante, ahora desmanteladas
la mayoría de ellas. Las que subsisten lo hacen a base de contratos precarios y
después de reducir drásticamente sus plantillas a menos de una cuarta parte del personal con que contaban en los buenos tiempos.
Hace dos años que no pongo un pie por aquí y todo
parece haber empeorado en este tiempo. Percibo que se respira un ambiente más pesimista
y siniestro que cuando me marché. Un barrio obrero convertido en un suburbio
poco recomendable.
Veo que tan solo unos precarios comercios, regentados
por chinos o pakistanís, ofrecen lo justo para sobrevivir a los pocos que han
decidido continuar su vida desterrados entre este ovillo de viejos edificios desvencijados
que irradian desolación y añoran con melancolía una profunda restauración que
nunca llegará para devolverles el esplendor perdido.
Poca gente en las calles: tipos taciturnos sin rumbo
aparente, ancianas uniformadas con batas de mercadillo, niños que deberían
estar en la escuela y prostitutas que todavía deberían peinarse con coletas. Cero
de alegría; todo desánimo. La antigua sucursal bancaria sirve de dormitorio a
indigentes, como cuando estaba activa, solo que ahora veo que ha aumentado el
número de inquilinos que la ocupan permanentemente aprovechando su traslado a
un lugar donde los vecinos dispongan de dinero en efectivo.
Un tipo ojeroso y sin afeitar, que seguramente
aparenta más edad de la que tiene, se cruza en mi camino. Me mira; parece reconocerme.
Su cara también me suena. Sigo mi camino en dirección a mi apartamento del que
he continuado pagando el alquiler en todo este tiempo. El quiosco donde
compraba la prensa es un espectro sin techo con la persiana comida por el
óxido.
Llego a mi portal. El portón de acceso al vestíbulo
está abierto. Entro.
-Hola Sam.
El viejo Joe, siempre tan atento.
-¿Qué tal Joe?
-Pues ya ves. Esperando.
No hacen falta más detalles. Basta con ver su aspecto indecente.
Su tono denota la inflexión de quien se limita a pasar los días lo mejor que
puede hasta tener una plácida muerte sin demasiado sufrimiento. Echo mano al
bolsillo y le tiendo unos billetes y unas cuantas monedas. Me da las gracias y
aleja su atormentado cuerpo en dirección a la oscuridad de su hedionda vivienda,
contando la pasta como si fuese un preciado botín. De repente se gira.
-Nadie ha asaltado tu apartamento mientras has estado
fuera.
-Gracias Joe.
-¿Cómo es que ahora que has conseguido fama y puedes
pagarte una vivienda digna vuelves a esta cloaca?
Recorro la cloaca con la mirada.
-Son mis raíces. Nunca renunciaré a ellas. Aquí nací y
aquí moriré. Nunca se debe olvidar quien somos realmente.
Se vuelve sobre sí mismo, negando con la cabeza como
muestra de no comprender mi decisión. Después cierra su puerta.
Comienzo a subir por la escalera de desgastados
peldaños.